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El estresante día a día de los trabajadores de malls en Chile: falta de luz natural, cortos horarios de almuerzo y discusiones con clientes

«Hay algo que se da y uno olvida. Uno entra de día, a veces incluso antes de que salga el sol, y puedes no ver la luz natural durante todo un día», es sólo una de las reflexiones que realizan quienes experimentan de primera mano el trabajar al interior de un mall en Chile. Una realidad marcada por turnos ultraflexibles, estrés diario por clientes además de una sensación de ver el día pasar adaptándose a esta realidad.

Cuando Javiera (25) comenzó a trabajar en malls tenía 20 años. Partió en uno de los centros comerciales del sector oriente, en el Mallplaza Los Dominicos. Para llegar, debía tomar un bus que sale desde la estación del Metro de ese centro turístico, en un trayecto corto pero que, a pie, toma más de 20 minutos. Era de las primeras en ponerse la polera azul que la identificaba con la multitienda. Tras colgarse la credencial, ya era parte del equipo y estaba lista para su día laboral.

Sus tareas están repartidas, dependiendo de los días y preocupaciones. “Lo que más ansiedad genera es la rotación de tu trabajo. O sea, tengo que estar pendiente de la caja, de las reposiciones de ropa, de atender consultas y de problemas que de repente se dan en bodega. Paso mucho, mucho rato en bodega, y la gente no ve eso”, dice la estudiante de técnico en enfermería.

Describe así su día a día. Llegar al Mallplaza Los Domínicos antes de que el sol se ponga sobre la Cordillera. Dividirse en el segundo piso dependiendo de las tareas asignadas por su jefa, quien reparte las labores. Después, ir recibiendo a quienes van llegando durante el día a mirar, atenta a lo que necesiten. Así hasta la hora de almuerzo que, describe, tiene un rasgo de soledad que no ha podido superar del todo.

“Casi siempre tengo que almorzar en espacios súper incómodos. La mayoría de las veces una va al patio de comidas, pero allí la gente igual te mira (por ir con su pote de comida), y te recomiendan utilizar los espacios comunes al interior del mall. Allí suelo comer en posiciones incómodas si es que no hay mesas disponibles, que suele pasar. Como que una nunca se termina de acostumbrar”, reflexiona.

Tras ello, vuelve al trabajo hasta su hora de cierre. Luego, lo mismo de la mañana: tomar un bus que la deja en Metro Los Dominicos para volver por Línea 1 hasta Tobalaba, para luego bajar en dirección a Peñalolén por Línea 4.

Según un estudio de la Cámara de Centros Comerciales hay 278 centros comerciales en Chile, y que están adheridos a la organización. La concertación de ellos se distribuye con el 51% localizados en la Región Metropolitana. Fue entonces que se constató la cantidad de trabajadores de centros comerciales en el país: más de 97.000.

Entre ellos, apunta el estudio, están distribuidos multitiendas, tiendas especializadas, gastronomía y supermercados. De este modo, del total 49.982 trabajaban específicamente para grandes tiendas, 16.791 para tiendas más especializadas, 6.217 en restaurantes y 5.910 en supermercados. Sin embargo, entre los descubrimientos del estudio estuvo que, en promedio, por cada trabajador directo, existen cuatro personas que están tercerizadas.

Este último es el caso de Daniela (26). Desde hace dos años trabaja en una multitienda del Alto Las Condes. Cuenta que su formación, al ser contratada de manera externa, fue deficiente, lo cual le sembró un problema el día que llegó.

“No tuve capacitación. No me formaron en caja, nada. Pero tuve suerte: la primera compradora que tuve me enseñó a usarla bien. Mis colegas me enseñaron después, pero antes una jefa, que nunca volví a ver, me hizo una inducción que duró 15 minutos. Tuve suerte que la primera compradora había trabajado en multitienda, entonces cuando me vio complicada me dijo: ‘Tranquila, yo también he trabajado en mall. Sé cómo es esto’. Y me enseñó”, dice Daniela.

Un trabajo de toda una vida

Cuando Flor (57) llegó a trabajar al Mallplaza Vespucio fue contratada como vendedora integral. Tras quince años, sabe que la realidad de los centros comerciales es otra. Lo vio de primera mano. Es así como describe uno de los cambios más importantes que ha tenido el trabajo de los malls y vendedores.

“Todo cambió cuando dejaron de pagar comisiones por ventas. Cuando cambió el sistema, cambió la atención y las tiendas. Uno ahora entra al mall y no te atiende nadie, cuando antes estaba lleno, pero lleno de vendedores. Ganábamos por comisión. Después hubo una poda, se despidió a mucha gente. Entonces pusieron esto de los centros de cajas, con solo una caja”, describe.

Cuenta que se trató de una de las modificaciones que vivieron algunas multitiendas como Ripley, donde ella ha trabajado gran parte de su vida. “Antes había un vendedor por cada departamento, hombres, niños, juventud, y cada uno usaba su caja para venderle a la persona que atendía. Ahora no hay de eso en ningún lado. Uno va, busca su prenda y pagas”, añade.

Algo parecido describe Myriam (60), quien fue despedida y que, durante 18 años, trabajó en una multitienda. Cuenta que hoy, como compradora, no puede evitar pensar en cómo ha cambiado el trabajo al interior de los malls. Los rostros jóvenes, dice, cumplen otros objetivos a los que ella tenía.

“Antes los chiquillos venían por temporadas, los jóvenes. Les decíamos ‘los ordenadores’, porque sus grandes tareas eran ordenar la ropa. Pero ellos venían por temporada. En verano, durante las vacaciones, se llenaba de ellos, porque estudiaban todos. En marzo se iban. Y entonces nosotros nos quedábamos ahí, los más antiguos nos hacíamos cargo. Ese mundo ya no está”, dice con risas, y no con pesadumbre.

Según cifras de la Cámara de Centros Comerciales, el 90% de quienes están empleados en malls corresponde a personas hasta los 44 años. De su total, el 57% está concentrado en mujeres. Y, por otro lado, tan solo el 18% de la fuerza laboral de los centros comerciales correspondería a personas de origen extranjero.

Al hablar sobre sus trabajos, tanto Flor como Myriam están de acuerdo a que el estrés se suele cargar en ellas, quienes están en primera línea. Para Flor (57) es difícil enhebrar una anécdota en particular que refleje esto. Entre risas e ironizando dice que son muchas experiencias. “La gente estresa ene, de verdad. Tengo muchas, muchas anécdotas”, describe.

Al hablar de una particular, recuerda algo que pasó no solo una vez, sino más de las que esperaría. “Esto se dio un par de veces, pero una vez estaba atendiendo caja con mi compañera y llegó una señora a decir: ‘Quiero esta polera, pero no esta, sino la que tiene puesto el maniquí’. Le dije que no podíamos pasarle esa, porque teníamos que desarmarlo. Pero la gente es a su pinta”, dice.

Myriam (60), en cambio, dice que lo más terrible de cuando trabajaba ocurría cuando llegaban personas a solicitar cambios de prendas. “La gente va a una tienda y lleva una boleta de hace cinco meses y quiere hacer un cambio. Es del terror. No entendían cómo funcionaba ese sistema. Algo que siempre se daba es que, a veces, pasaban más de tres meses y había cambio de temporada. Entonces en el verano podía haber una polera con un código, pero en otoño ese código lo podía tener otra polera. Tenía otro precio, otro modelo. Entonces no podíamos hacer el cambio. Imagínate lo que era hacerle entender eso a una persona”, añade, recordando otros tiempos.

El día a día del trabajador

En junio de 2022 una pelea entre una usuaria y una trabajador de un mall se tomó las redes sociales. Todo comenzó a raíz de una publicación de una ex candidata constituyente quien, en Twitter, publicó una fotografía de una tienda cerrada en el Parque Arauco con un mensaje: “Hora de colación”. Por ello es que la usuaria publicó: “¿Qué onda Parque Arauco?”, en tono de molestia.

El hecho escaló tanto que incluso Trabejita, plataforma utilizada por el Ministerio del Trabajo para informar, se sumó al debate.. “Puede ser que hayan habido menos personas trabajando el día de hoy y quien estaba atendiendo debió temporalmente cerrar para alimentarse. Siempre los derechos laborales, como tener tiempo para colación (Art.34 del Código del Trabajo) deben ser privilegiados”, señalaron desde la cartera.

Posteriormente, la propia trabajadora debió aclarar y contarlo en una entrevista en LUN. “El lunes no alcancé a cocinar, por lo que salí de mi casa sin comida. A eso de las dos de la tarde, cuando debía tomar mi horario de colación, cerré la tienda y puse un cartel avisando que había ido a comer. Como era feriado, el patio de comidas estaba casi colapsado de gente. Por eso me demoré unos 35 minutos en comer, un poquito más de la media hora que tengo, pero tampoco mucho más”, explicó.

Andrés Giordano (RD) trabajó durante quince años en Starbucks antes de obtener un escaño en el Congreso Nacional como diputado. Revela que su primer trabajo, de hecho, fue al interior de un mall. Específicamente en el Alto Las Condes, a más de dos horas de su casa. Lo que más recuerda de esos días son los horarios, lo extensos que eran.

“Los trabajadores muchas veces sólo les queda aceptar, por ejemplo, tener que tomar turnos no planificados. Te interrumpe en tu realidad, uno los debe tomar al final aunque no sea obligatorio. Es parte del proceso de que los malls en Chile tengan este formato”, describe el parlamentario.

Es con ello que narra, con historia bajo el brazo, una de las realidades inevitables de trabajar en centros comerciales. “Hay algo que se da y uno olvida. Uno entra de día, a veces incluso antes de que salga el sol, y puedes no ver la luz natural durante todo un día. Solo sales de noche. Genera una dispersión del paso del tiempo. Desconozco qué otros impactos tiene esto, pero esto es un estrés adicional que se suma a las condiciones generales que implica el mundo del trabajo en malls”, analiza Giordano.

Y es que el estrés, cuentan personas como Javiera (25), se da en el día a día. “Siempre lo peor son las épocas navideñas. Recuerdo un 24 de diciembre que vino una pareja a probarse cosas. Tomaban poleras, se las probaban, después chalecos, dejaban todo encima. Yo quise ir a ayudar, ordenaba entre medio y la mujer me gritó que estaba invadiéndola. Amenazó con hablar con mi supervisora, y lo curioso es que yo no tenía una supervisora directa (risas)”, comienza relatando.

“Es difícil que lo entiendas, pero imagina, era 24 de diciembre, estaba cansada después de semanas de gente llegando. Entonces le respondí, le dije que estaba tratando de ordenar un poco. Yo en ese entonces era más pollita. Por suerte, mis colegas eran mayores, aunque no tanto. Yo vi a una de ellas y dije: ‘Ella es mi jefa’. Fue ahí donde se calmó todo. Uno a veces se tiene que hacer cargo de todo, uno está un poco a la deriva. Uno siempre queda al aire”, concluye.

Flor (57) describe algo similar con respecto a uno de los puntos que atraviesan los relatos de quienes trabajan en malls: la hora de colación. “Había 3/4 horas de almuerzo. Esta rotaba con tus colegas, no podías tener su mismo horario. Alguien debía salir a las una, alguien a las dos y así. Uno no alcanza, en ese tiempo, a hacer trámites o ir a la casa”, describe.

Sin embargo, no es la realidad que describen todos, como Daniela (26), quien, de plano, prefiere incluso no profundizar en el tema. “Yo salgo a comer al pasto, porque siempre las mesas que teníamos estaban ocupadas o no se podía comer allí. Pero también dormía siestas afuera, que, te digo, puede ser incluso más cómodo que quedarse dentro del mall”, concluye.

 

Fuente: theclinic.cl

 

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