No todo lo que brilla es arte
Show de luces, mapping, instalación, intervención y arte lumínico. Conceptos que lanzamos sin detenernos en sus diferencias ni otorgarles una valoración apropiada. El 1er Encuentro de Arte Lumínico en Chile será una oportunidad para acercarnos a estas manifestaciones, cambiar el léxico y, ¿por qué no?, empezar a soñar con grandes y luminosos eventos en el futuro.
La han estudiado por siglos y aún no hay consenso total. ¿Partículas? ¿ondas? ¿cuerdas?
¿Qué es realmente la luz?
Incluso a oscuras en relación a su naturaleza más profunda (metáfora intencional y apropiada), muchos científicos han dedicado grandes esfuerzos a observar y entender su comportamiento. Lo que vieron era tan fantástico que no se pudo mantener limitado al ámbito de la ciencia.
“El surgimiento del arte lumínico suele establecerse en la década de los 40 y tiene relación directa con la física de la luz, con la luz como fenómeno físico que interactúa con la materia. En esa interacción es cuando la vemos plasmada. En sus muchas formas de llegar a la materia, en ese recorrido se encuentra con el aire, el polvo, las nubes y otras materialidades. Ahí es donde empieza a cobrar tridimensionalidad y volumen. A diferencia de otras expresiones como la pintura e incluso la escultura, que no emiten o irradian, la luz inevitablemente se hace cargo del espacio donde está. De hecho, los museos y galerías en que se exhibe arte lumínico generalmente son mucho más extensos porque cada obra demanda su espacio”, explica Ximena Muñoz, directora de la Fundación y Centro de Investigación de la Luz y Energía, Ciluz.
Ximena es una de las voces más autorizadas en nuestro país (quizás a nivel sudamericano incluso) para hablar de la luz. Ella y su organización investigan y educan acerca de sus alcances y repercusiones ambientales, fisiológicas y, por supuesto, mentales y emocionales. Ahora, como codirectora del 1er Encuentro de Arte Lumínico en Chile, se concentra en su aspecto artístico; el que inevitablemente involucra a los demás ya nombrados y que tiene sus controversias inherentes: trabajar con el comportamiento de una luz versus usarla para pintar una superficie, para proyectar imágenes; ¿Cuál es la línea que separa el arte lumínico del digital y otras formas que la usan como recurso?
Cuestionamientos que siguen en pleno debate, y que sin duda estarán presentes en las charlas online con tres destacadas artistas lumínicas internacionales del 17 de mayo, y en el conversatorio presencial del 18 de mayo en el GAM.
Marco Martínez –autentico adelantado de las artes digitales y lumínicas en Chile, también codirector del 1er Encuentro de Arte Lumínico en Chile- se acuerda de haber visitado el estudio de Dark Matter en Berlín, de haber visto siete de sus instalaciones lumínicas y de haber salido sin poder decir si lo que vio era arte lumínico o un despliegue impresionante de inteligencia artificial, de programación, de robótica, o todo junto. ¿Podría ser que el arte lumínico hoy intersecta con esos otros saberes o se trata de cosas, no superiores ni inferiores, simplemente distintas?
Marco también llama la atención sobre un manifiesto firmado por decenas de los artistas lumínicos más relevantes del mundo, publicado en el día de la Luz de 2021 (16 de mayo), y que insta a hacer al menos una distinción vital: Si bien el arte de la luz ofrece una experiencia social, un vinculo entre la gente, una interacción a través de la interacción, hay que trazar la línea cuando actividades puramente orientadas al mercado se apropian de sus cualidades. “Los Festivales de la Luz se han convertido en plataformas exitosas para promover el arte de la luz, pero en la mayoría de los casos la audiencia ha sido engañada, se les han presentado adornos como si fueran piezas de arte lumínico contemporáneo… No estamos de acuerdo con estas tendencias y al firmar este manifiesto queremos intervenir en ese proceso de mercantilización que llama a su resultado ‘Arte’. ¡Los adornos no van a ganar valores estéticos, intelectuales o culturales por el simple hecho de ponerles la etiqueta mágica de ‘Arte’!”, dice el manifiesto.
Efecto Polilla
“Iluminar por iluminar, usar la luz para atraer masas, siempre va a funcionar porque a todos nos hipnotiza lo brillante en la oscuridad. Pero incluso dentro de ese planteamiento, muchas intervenciones fracasan porque quienes están involucrados no conocen las propiedades de la luz. No saben que necesitan cierto nivel de oscuridad, que las nubes pueden a actuar como difuminadores. Creo que muchos eventos no pasan de ser un decorado. No puedes esquivar el estudio, trabajar sin capacidad de adelantarte al comportamiento de la luz, sin técnica. En ese caso solo estás explotando el efecto polilla”, dice Vicente Olave, director académico de Ciluz.
Para Vicente el artista debe ser a la vez un científico en relación a la luz. Su opinión se alinea con el manifiesto que citaba antes Marco, donde los firmantes se describen así mismos: “!Tenemos los ojos del pintor, el alma del poeta y el cerebro del ingeniero!”.
Es una discusión cruzada por una serie de fenómenos de distintas naturalezas, pero convergentes.
La misma década en que surgió el arte lumínico, los años 40, vio nacer un fenómeno que la sociología llamó “festivalización de la cultura”. Las naciones europeas desbastadas por la guerra necesitaban urgentemente cohesionar a su población, sacarla de la pesadumbre y exponerla a estímulos que levantaran su espíritu. Siguiendo las lógicas de las antiguas festividades religiosas, generan una nueva herramienta para propiciar el encuentro y democratizar la cultura y el arte. Su potencial de experiencia colectiva, el hecho de que no excluye a los no entendidos, y el mayor acceso a la energía eléctrica, hicieron que las instalaciones lumínicas se prestaran muy bien para estos propósitos. La expansión de los festivales (incluidos los lumínicos) llegó a su peak durante los 90 y demostró gran utilidad para atraer grandes volúmenes de audiencias indiferenciadas, reactivar o reforzar la economía nocturna y el turismo local. Además derivaron en oportunidades para las industrias creativas locales y otro fenómeno identificado por la sociología más recientemente: la citybrandificación, o la consolidación de la imagen de una ciudad y sus estilos de vida asociados.
Desde luego una ciudad que regala cultura genera mayor apego entre sus habitantes. Una estima que se traduce en ganas de apropiarse del espacio público, de no no cederlo a actividades delictivas, de cuidarlo.
El 1er Encuentro de Arte Lumínico en Chile tiene carácter de muestra. Será un espacio para instalar el tema e identificar ese ecosistema de artistas que se ha formado a su alrededor. Una ocasión para acercarnos a sus manifestaciones, dialogar en torno a ellas, pero también puede ser la oportunidad para vislumbrar eventos de mayor envergadura, para soñar con formatos como el de Llum de Barcelona o La Fiesta de las Luces de Lyon.
¿Por qué no podríamos diseñar una celebración honesta, en que el arte reciba su espacio, se valore en toda su intencionalidad y sofisticación, por su llamado a despertar no solo nuestras emociones más primitivas, sino también nuestro juicio critico? Siempre que sea honesta, con instancias educativas más allá de un show, esa formula puede dar cabida a la citybrandificación de Santiago y otras ciudades de Chile, a las formas más creativas de poner en valor marcas a través de la luz y a una serie de oportunidades de desarrollo y negocios. Pero poniendo el foco (tantos juegos de palabras que permite la luz) en un hecho, dejando en claro desde el principio: ¡no todo lo que brilla es arte!.
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