¿Qué hay detrás de una iluminación urbana deficiente?
La luz guía nuestro comportamiento en sociedad de formas sutiles, influye nuestros movimientos y percepciones, y la mayor parte de las veces ni siquiera la notamos.
La iluminación no suele ser una prioridad cuando se habla del diseño de espacios públicos e, incluso, es un campo en el que prevalece el desconocimiento práctico; no se trata de una disciplina muy conocida y muchas veces su práctica se limita al aspecto más básico y funcional. Nada más.
Las relaciones entre la iluminación urbana y las prácticas sociales a lo largo de los años han sido tema de interés para los investigadores dentro del área de la iluminación, situación que ha dado como resultado numerosos análisis en torno al papel de la luz en las comunidades de distintas partes del mundo, con el objetivo de mejorar el entendimiento, la crítica y re-imaginación de las iluminaciones en las que estamos inmersos.
Uno de estos estudios es el dirigido por el académico y sociólogo inglés Don Slater de la London School of Economics, que en colaboración con Joanne Entwistle y Elettra Bordonaro plantea algunos de los ejes a partir de los que podemos empezar a configurar las prácticas de la iluminación urbana.
En su estudio, los académicos sostienen que no sólo se trata de lidiar con condiciones inadecuadas, insuficientes, o con áreas difíciles de iluminar, aunque es cierto que la calidad de la luz suele ser peor en áreas que ya de por sí están en desventaja (en cuestiones de infraestructura, por ejemplo). Es por esto que la luz al final se revela como una pieza clave en los grandes escenarios sociales de nuestro tiempo al evidenciar las condiciones de desigualdad.
La buena iluminación urbana depende de varios factores.
Por supuesto, los recursos económicos siempre serán un tema, pero las diferencias en cuestiones de iluminación urbana reflejan -y reproducen- formas más amplias de desigualdad. Un ejemplo clásico sería la manera en que las ciudades tratan las áreas problemáticas: éstas son comúnmente tratadas para “resolver” problemáticas como el crimen, y por lo tanto estos espacios quedan marcados como sitios en condición de vigilancia, marginados y hasta condicionados.
El contraste, en cambio, aparece en los centros culturales, plazas comerciales y las residenciales de clase media-alta en donde la expectativa recae en la creación de atmósferas a través de las que se perciba lujo, bienestar y, en general, que brinden la sensación de que esos son espacios en los que habita solo gente civilizada.
¿Cuál es la razón detrás de una iluminación urbana deficiente?
Existen múltiples razones, pero muchas provienen del desconocimiento de la luz, así como de la falta de interés de las personas responsables de estos proyectos. Y mientras estos, como autoridades públicas sigan proporcionando lo que consideran suficiente para cumplir con los estándares y las políticas públicas, entonces el problema permanecerá de manera indefinida, porque para el político como para el ciudadano, quienes probablemente desconocen en materia de iluminación, la luz es un material curioso, que está en todas partes y aún así sigue representando una gran interrogante.
Por eso, en realidad se trata de un proceso bastante más largo el conseguir que la gente comience a hablar acerca de iluminación, y que empiece también a considerar el lenguaje asociado con ella. En este sentido, y de acuerdo con el académico, definir cuáles son las bases para una política en materia de iluminación pública es una necesidad.
¿Cómo enfrentar esta situación?
Uno de principales problemas en cuanto a tecnología aparece desde la misma apertura y acceso a espacios en los que la gente pueda identificar y debatir las principales deficiencias en torno al tema, de la misma manera en que suelen tratarse otros asuntos que quizás consideramos más cotidianos. Pero, en la medida en la que se consiga que las personas realmente se interesen y respeten lo suficiente sus espacios públicos, podemos entonces esperar que también se enfoque en entender la iluminación, las necesidades en torno a ésta, así como las que son propias del espacio que la recibe.
Entonces, la investigación social activa y la identificación de las diferentes problemáticas sería un primer paso y, en el caso de la iluminación urbana, acciones como hablar con las personas acerca de las cosas que hacen, de cómo usan la luz y cómo la perciben… además de la profunda observación de los espacios son medidas que pueden contribuir en la construcción de espacios públicos que satisfagan en un espectro más amplio las necesidades de una comunidad.
Fuente: Iluminet