Una recuperación de COVID-19 para el clima
En respuesta a la pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), los países están lanzando programas de recuperación económica para mitigar el desempleo y estabilizar las industrias centrales. Aunque es comprensiblemente difícil contemplar otros peligros en medio de este brote, es importante recordar que enfrentamos otra crisis importante que amenaza la prosperidad humana: el cambio climático. Aprovechar los programas de recuperación de COVID-19 para avanzar simultáneamente en la agenda climática presenta una oportunidad estratégica para la transición hacia un mundo post-COVID-19 más sostenible.
Las crisis climáticas y COVID-19 son globales y no tienen precedentes en su nivel de perturbación, y requieren respuestas coordinadas por parte de los responsables políticos, las empresas y la sociedad en general. Pero también son diferentes. La pandemia amenaza directamente a las personas y los sistemas de salud, mientras que el cambio climático socava los sistemas naturales y humanos más amplios.COVID-19 requiere respuestas en días y semanas, mientras que las reacciones a la crisis climática parecen menos agudas. Sin embargo, la ciencia sugiere que los impactos climáticos empeorarán cuanto más esperemos. Entonces, nos enfrentamos a crisis superpuestas que requieren una movilización social inmediata.
Sin embargo, a medida que las naciones reúnen recursos masivos para mitigar los impactos económicos y sociales de COVID-19, pueden estar perdiendo la oportunidad de abordar el cambio climático. De hecho, las experiencias anteriores muestran que las respuestas políticas a las grandes calamidades, como la crisis financiera mundial de 2008 y la sequía del Milenio en Australia, tienden a centrarse en estabilizar las industrias, tecnologías y prácticas existentes en lugar de aprovechar la oportunidad para una transformación sostenible.
En esta etapa temprana de la pandemia, estamos presenciando cómo los bloqueos mundiales han disminuido la contaminación del aire y las emisiones de gases de efecto invernadero debido a la reducción del transporte, la generación de electricidad y la producción industrial. Esto muestra cómo se han entrelazado la vida económica moderna y los combustibles fósiles, y sugiere considerar las implicaciones climáticas en los planes de recuperación económica.
Sin embargo, hay una variación en las respuestas políticas a COVID-19. Estados Unidos ha revertido ciertas regulaciones ambientales y parece estar preparado para dirigir los fondos de estímulo para revitalizar la industria de los combustibles fósiles. El Consejo Alemán de Expertos Económicos presentó un informe de 110 páginas sobre la crisis del coronavirus sin mencionar el cambio climático o la sostenibilidad. Por el contrario, 17 ministros europeos de clima y medio ambiente pidieron a la Comisión Europea que haga que el Acuerdo Verde sea central para la recuperación tras la pandemia.
¿Dónde, entonces, deberíamos comenzar a centrarnos en la reconstrucción de empleos y la economía al tiempo que hacemos la transición hacia un futuro más sostenible? Una estrategia sería utilizar fondos de recuperación para estimular la innovación para la transición energética baja en carbono. Esto podría implicar la promoción de nuevas infraestructuras, modelos de negocio y capacidad industrial en tecnología de energía renovable, almacenamiento de energía, vehículos eléctricos y estaciones de carga a través de créditos fiscales y otras medidas. Un ejemplo sería apoyar la difusión de los vehículos de distribución eléctrica, dado el aumento del comercio electrónico. Pero la transición de sectores enteros es un esfuerzo a largo plazo que requiere una adaptación continua y atención al contexto. También puede haber oportunidades para aprovechar los cambios sociales catalizados por COVID-19, como el trabajo remoto, la videoconferencia, el comercio electrónico y los viajes aéreos reducidos. La ciencia debe explorar cómo dichos cambios pueden hacerse duraderos y contribuir a las vías bajas en carbono.
Una estrategia complementaria es aprovechar la interrupción para acelerar el declive de las industrias, tecnologías y prácticas intensivas en carbono. COVID-19 ha desestabilizado temporalmente las empresas, la actividad económica y el consumo. Esto se puede aprovechar para acelerar la eliminación del poder a carbón, que ya forma parte de los planes de acción climática de varios países, incluidos Canadá, el Reino Unido, Finlandia y Alemania. La desestabilización también ha afectado a la industria del petróleo y el gas, ya que el precio de los futuros del petróleo en Estados Unidos se está volviendo negativo por primera vez en la historia y se estima que la demanda mundial de petróleo alcanzará un mínimo de 25 años. Estas circunstancias pueden aprovecharse para pasar de los combustibles fósiles a alternativas limpias. Para impulsar este cambio, es importante no rescatar a las compañías e industrias de combustibles fósiles. En su lugar, el apoyo debe fluir hacia los trabajadores y las comunidades afectadas en forma de ayuda temporal, capacitación y beneficios de jubilación.
Los programas de recuperación de COVID-19 pueden sentar las bases para un futuro más sostenible y próspero. Las naciones no deberían desaprovechar esta oportunidad.
Fuente: cienceMag.org
Fotos: unsplash.com